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“El Alzheimer también tiene su lado positivo”

Por: María Sara Fortuny, hija de María Gisone (86 años) diagnosticada con demencia tipo Alzheimer desde 2014.

Esta es la historia de mi familia, marcada por un antes y un después. El punto de cambio se dio  cuando nos dieron el diagnóstico de mi madre: deterioro Cognitivo del tipo Alzheimer.

Les cuento cómo era nuestra vida antes.

Mis padres, que para ese entonces habían cumplido sus Bodas de Oro, habían construido una familia muy unida y con muchos buenos valores. Estaba compuesta por tres hijos, siendo yo la mayor de dos hermanos varones. Mi padres fueron personas muy activas. Mi madre era la encargada de administrar la casa y la economía del hogar. Mi papá se dedicaba a trabajar.

Cuando mi padre empezó con severos problemas de salud notamos que ella se preocupaba muchísimo y atribuimos a esa situación de stress pequeñas confusiones que se venían dando pero no le dimos importancia. Sin embargo, cada vez que visitaba a su médica de cabecera le manifestaba su preocupación por sus olvidos que ya eran frecuentes. Ante esto decidí llevarla a un neurólogo, que después de hacerle unos estudios, detectó isquemias cerebrales. A partir de ahí comenzó con un tratamiento.

Al poco tiempo mi padre se fracturó la cadera por una caída y ella sufrió un shock tan grande que perdió la memoria de manera alevosa. Creímos que ese era el motivo y que con el tiempo pasaría. Pero no fue así. Comenzamos a peregrinar por varios profesionales y la mayoría coincidía en que era propio de la edad, hasta que dimos con un neurólogo que le cambió la medicación y así logramos darle una mejor calidad de vida.

Fue la etapa mas difícil  para la familia: aceptar que ese ser que había sido nuestro pilar principal se caía y pedía ayuda a sus seres más allegados. No podíamos entender la situación.

Habían pasado cinco años desde el diagnóstico. Mi padre falleció después de una larga enfermedad . Estando en la misa de su primer mes de fallecido mi tío me comenta que en la Fundación León estaban por dictar un curso relacionado al cuidado de los adultos mayores. Me interesó, porque estaba muy sobrepasada y con mucha impotencia para continuar.  Además no sabía cómo encarar el tema para darle a mi madre una vida lo más saludable posible. Comencé el curso y me ayudó increíblemente. Allí mismo nos invitaron a una charla sobre Alzheimer. Asistí y a partir de ahí concurro todos los jueves a los encuentros que nos brindan excelentes profesionales. No alcanzan las palabras para expresar lo bien que nos hizo a toda la familia. Yo asisto y les transmito a la familia los conocimientos y herramientas que nos brindan en León.

Puedo decir que gracias a los encuentros en la fundación aprendí a convivir con esta nueva etapa en la vida de mi madre, a disfrutarla y no padecerla.

AFECTOS
También cuento con una excelente persona que me ayuda en en el cuidado de ella, ya que mi mamá no tiene autonomía para desarrollar sus actividades cotidianas. Esto es muy importante, porque para poder brindarle un buen cuidado debemos estar descansados y bien predispuestos.

Aprendí también que si bien sufrió  perdida de memoria, su parte emocional está intacta y necesita sentir mucho afecto.
A mi madre le gusta estar rodeada de gente y participar en las conversaciones aunque le cueste mantenerlas, pero con paciencia lo logra y de esa forma se siente integrada. Hacerla participar en las tareas cotidianas por muy simples que parezcan la hacen sentir útil. Ir a merendar, pasear por el centro o parques y plazas le dan un placer inmenso también.

               

Otra actividad que nos ofrecen en la fundación es el “Café con Alma”, al que asistimos todos los meses, nos divertimos y aprendemos de las charlas de diferentes temas dadas por profesionales idóneos.

Para finalizar, quiero transmitirles a quienes están leyendo este artículo, que el Alzheimer si bien es una enfermedad y como tal no es algo bueno, también tiene su lado positivo: hace olvidar las cosas malas, como dolores físicos y pérdidas de seres queridos y por otro lado hace que la familia se acerque más, sobre todo a los hijos, que por diferentes motivos y con el correr del tiempo, se alejan de los padres. El Alzheimer los hace regresar a sus raíces, estar más cerca y hacerles compañía a las personas diagnosticadas, que es lo que más necesitan.
Me pregunto ¿Por qué no acompañar y disfrutar junto a quien lo dio todo por nosotros?

 

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